Sobre Chasco

Primero fue un taller semanal de escritura que coordinaban dos personas y tenía dos alumnos. 

Después fueron dos, tres, diez, quince talleres de escritura intensos, interminables, coordinados por Santiago Llach en un PH en Talcahuano y Corrientes, en el centro de Buenos Aires, en los que se intentaba darle forma de palabras a la experiencia de la vida. Varios centenares de personas pasaron por Talcah, que se convirtió en un lugar mítico, en la segunda década de este siglo. 

En la pandemia, sobre la base de la experiencia de los talleres (competencia y solidaridad te incentivan a escribir), Santiago Llach y Catalina Lascano organizaron el el Mundial de Escritura; una competencia que reúne a miles y miles de personas que escriben al mismo tiempo desde distintos lugares del mundo. 

En 2021 se abrió la Escuela de Escritura, en la que muchos que habían hecho sus armas en Talcahuano empezaron a dar talleres. La cosa se volvió grande (ya para entonces veinticinco personas trabajaban en el proyecto) y hubo que ponerle un nombre. 

Nos juntamos tres días en un campo en Chascomús. Pensamos en ponerle Talcah, una palabra que no significara nada, pero alguien dijo Chasco: un sonido explosivo, un juego de niños, un desengaño. Alguien dijo pero tiene una connotación negativa. Pero a todos nos gustó. Confiamos en el poder del sonido y de las asociaciones libres (aquello en lo que confía quien escribe) y allá fuimos: Chasco.

Hoy Chasco Club es una asociación sin fines de lucro que gira y crece en torno a la literatura. Pensamos que la literatura está al alcance de todos, que cualquiera puede leer y escribir, y que hacerlo en grupos enriquece la experiencia.

En Chasco hay –por ahora– talleres de lectura y escritura, residencias de escritura, viajes literarios, libros que circulan, publicaciones de escritores, editores y alumnos, juegos para leer y escribir más.